A partir de la observación constante y la interacción con la naturaleza los artesanos representaron de manera realista una gran diversidad de animales que habitaban diferentes ecosistemas. Los animales de hábitos nocturnos como lechuzas, búhos, murciélagos y jaguares fueron representados como parte del mundo espiritual ligado al inframundo.
Animales como el jaguar y otros felinos eran temidos por su ferocidad y poder, a estos se les ligó con la transformación de los líderes espirituales o el chamán o se les asoció a diversos eventos extraordinarios que ocurrían en la comunidad.
Uno de los mamíferos nocturnos que frecuentemente fue representado en diferentes materiales fueron los murciélagos, asociados en los relatos de la comunidad con el origen de la tierra o con espíritus auxiliares del chamán para trasladar a los fallecidos al más allá. De igual manera a las lechuzas y los búhos se les asignó el rol de espíritus tutelares auxiliares del chamán.
En la indumentaria ceremonial usada por el chamán destacan los instrumentos sonoros, los adornos corporales y los bastones de mando. En la parte superior de estos se colocaban mazas de piedra que representaban diferentes animales.
Para entender el rol que tuvieron las mazas de piedra dentro de la cosmogonía social de los pueblos precolombinos, se debe partir de que este objeto es una expresión visual que llevó al artesano a plasmar diferentes símbolos usados a nivel comunitario, los cuales surgen de los mitos (relatos) y leyendas, que buscan explicar eventos naturales y sobrenaturales a los que en la vida cotidiana se enfrentaban estos pueblos, y que fueron una estrategia para su supervivencia.
Estos símbolos en la mayoría de las culturas de América giran en torno a las representaciones humanas, animales o de otros elementos ligados a la naturaleza, modelados o tallados en diferentes materiales. El solo hecho de modelar un bloque de roca o guijarro para darle una forma, un volumen, a nivel comunitario ya adquiere una connotación especial y tiene una intención de uso social.
Hay objetos que por sí solos ya tienen un significado, pero en el caso de las mazas ellas son el complemento con el bastón de mando que porta un líder sea este un jefe, un awá (o chamán), o un guerrero, en las comunidades indígenas actuales nos hace referencia María Eugenia Bozzoli (2015) de la importancia de los líderes de portar estos bastones y el elemento espiritual asociado a estos
“Los usékares tenían una colección de bastones, que utilizaban según la plaga o epidemia. Un sukia explicó que en la punta superior del bastón se posan nùböL una paloma, o btsù, el colibrí.” Bozzoli, 2015, Pág 91
El bastón es una vara de madera que es seleccionada y tallada por su portador, que denota mando o es indicador de poder o sabiduría de aquella persona que lo lleva. En el caso de las mazas son los remates que se colocan en el extremo superior de estos bastones, asignándole la carga simbólica según el elemento representado, por esta razón estas piezas tienen un orificio central por donde se inserta el bastón.
En el caso de las mazas se usaron en la mayoría de las diferentes regiones arqueológicas de Costa Rica, pero destacan las procedentes de las regiones arqueológicas Gran Nicoya y la a Central, desde del 600 a.C. hasta el 1000 d.C., Elaboradas en diferentes minerales (Cuarzos, andesitas, areniscas, serpentinas), donde se representaron aves, mamíferos, reptiles, cabezas efigie humanas y animales, así como formas de ayotes, cacao entre otros.
Los metates o mesas elaboradas en piedra, muestran el dominio de la técnica que los artesanos precolombinos alcanzaron en el trabajo sobre roca; desde la selección de la materia prima, el dibujo, diseño y composición, que les permitió tallar diversas formas geométricas, llegando a esculpir los más complejos objetos de piedra del área intermedia de América.
La función principal de los metates fue para moler alimentos, aunque también se les empleó como asientos para líderes políticos o religiosos. Estos objetos luego eran depositados en los enterramientos como ofrendas.
Los metates de piedra, muestran diferencias y similitudes en forma y en los diseños de figuras de personajes o de animales que los especialistas plasmaron en ellos de acuerdo a las prácticas culturales de las diferentes regiones arqueológicas del territorio que actualmente ocupa Costa Rica.
Los metates fueron elaborados en tres dimensiones, esculpidas a partir de bloques de piedra, la mayoría de origen volcánico.
Algunos investigadores sugieren que hubo un anteproyecto en otros materiales como arcilla o madera para visualizar las complejas relaciones espaciales que tienen estos metates.
Las herramientas utilizadas para trabajar estas rocas volcánicas y lograr darle forma de metate fueron los cinceles, cuñas, martillos y taladros manuales entre otros, para desbastar, lasquear, picar, pulir, perforar y cortar la piedra.
Las sociedades precolombinas del territorio que hoy es Costa Rica, elaboraron entre el 100 a. C. al 500 d. C; objetos en cerámica y algunos en piedra, que por su forma y uso se les han denominado por la arqueología a nivel de América como sellos o pintaderas; pueden ser planos con una asa y cilíndricos para rodamiento, tienen calados diseños abstractos o figurativos que son transferidos al aplicarlos con pigmentos sobre la piel, telas u otros elementos.
El uso de los sellos o pintaderas sobre el cuerpo de hombres y mujeres se dio como una forma de destacarse ante su comunidad u otros grupos. La decoración corporal se usaba por parte jefes, chamanes u otros participantes del pueblo en festividades, guerras o en ceremonias funerarias.
Los pigmentos utilizados provienen de plantas (güaitil, mangle, azul mata), de óxidos de hierro derivados de curioles o arcillas, cuyos colores predominantes fueron el negro, el rojo, el blanco, también pudieron ser mezclados con grasas, hollín o sangre, los diseños aplicados eran de duración temporal.
En los cuerpos de las figuras femeninas precolombinas elaboradas en la región arqueológica Gran Nicoya, se incorporaron bandas con diseños como una forma de mostrar lo que correspondería al uso de las pintaderas o sellos. De igual manera en vasijas efigie se destaca la pintura facial y corporal.
Parte de la indumentaria precolombina eran las mantas, capas y enaguas tejidas en telar de cintura a partir de la fibra del algodón o durante el procesamiento de la corteza de mastate.
Para hacer el hilo a partir de las motas extraídas de la planta de algodón se utilizaban varios instrumentos de madera, entre estos esta el huso, que consiste en una varilla de madera con un contrapeso y que manualmente se gira para ir haciendo la madeja de hilo. A este contrapeso se le conoce como volante o malacate.
Una vez que se tenía el rollo de hilo, este se podía teñir con pigmentos de diferentes colores o con tinte del caracol de múrice que al soplarlo expulsa una tinta que da un color púrpura. Estos hilos al ser entrecruzados en el telar creaban vistosos textiles.
Los volantes de huso consisten por lo general en objetos circulares aplanados o cónicos y con un orificio central donde pasa el huso, la mayoría de estos objetos son de cerámica, en cuya superficie se grabaron diferentes diseños lineales, geométricos, aves o mamíferos.
Por las condiciones ambientales son pocas las fibras que se han conservado en los sitios arqueológicos Sin embargo al tener estos volantes de huso, sirven a los arqueólogos como indicadores de que las sociedades del pasado usaron prendas tejidas de algodón para cubrir su cuerpo, durante festividades o ceremonias especiales.
V. Novoa-Arqueología-2020-
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